jueves, 27 de mayo de 2010

Una caperucita políticamente correcta


Érase una vez una señora Menestra a la que un día, aburridísima en su despacho, se le ocurrió la genial idea de hacer una revolución sin antecedentes: prohibir los cuentos tradicionales por ser marcadamente sexistas. ¡Olé ahí! Ya que crearon este ministerio para darle un despachito tendrá que "ganarse" el sueldo ¿no? Una idea tan absurda como su cartera. Yo me pregunto, ¿qué problemón tendrá esta señorita con Perrault, Andersen o Grimm? ¿La psicoanalizaron y vió el trasfondo freudiano que tienen todos los cuentos? Eso lo sabe hasta un niño de Primaria, que nada es cierto y todo es pura fantasía, porque si esta señora los toma al pie de la letra, ¿creerá que existe un Gulliver? ¿Hará lo mismo con las novelas? ¿Pensará que Gregorio Samsa realmente se convirtió en un insecto? ¿Habrá leído a Kafka? Es más... ¿lee? ¿piensa? Ay Menestra, Menestra... Seguro que nunca imaginaste un príncipe azul ni habrás jugado a ser Blancanieves o Caperucita... Y yo, me lo creo.


Mucho antes de esta noticia, ya existían estos cuentos "políticamente correctos", realmente buenísimos pues el choque que crea con la historia ya conocida, es gracioso, esto lo practicaba Gianni Rodari ("Cuentos para jugar", "Gramática de la fantasía", "Cuentos por teléfono"), el gran maestro, pedagogo y escritor infantil, que gracias a sus juegos de ingenio y creatividad a partir de los cuentos y literatura, lo tradicional da un giro copernicano consiguiendo nuevos relatos y la participación activa de los niños en su creación. Ejercicios que potencian la imaginación, la creatividad y el raciocinio, el pensar, aquello que no conviene en estos tiempos que corren, no vaya a ser que se salga de la norma y se provoque una "Rebelión en la granja".

Ésta es la versión políticamente correcta de "Caperucita Roja" de Perrault. A mí, me resulta desternillante, y la conocí mucho antes de que se le "ocurriese" a la señora Menestra...


CAPERUCITA ROJA (POLÍTICAMENTE CORRECTA)

"Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representaba un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.
Así, Caperucita Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana.

De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta.

-Un saludable tentempié para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es -respondió.
-No sé si sabes, querida -dijo el lobo-, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques.

Respondió Caperucita:
-Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial -en tu caso propia y globalmente válida- que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.

Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho.

Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo:
-Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.
-Acércate más, criatura, para que pueda verte -dijo suavemente el lobo desde el lecho.
-¡Oh! -repuso Caperucita-. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo. Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!
-Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.
-Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!... relativamente hablando, claro está, y a su modo indudablemente atractiva.
-Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida.
-Y... ¡abuela, qué dientes tan grandes tienes!

Respondió el lobo:

-Soy feliz de ser quién soy y lo qué soy -y, saltando de la cama, aferró a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla.

Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal.

Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnico en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente.

-¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? -inquirió Caperucita.

El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.
-¡Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertalense cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo! -prosiguió Caperucita-. ¡Sexista! ¡Racista! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre?

Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le cortó la cabeza. Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en los bosques para siempre."


James Finn Garner ("Cuentos políticamente correctos")


5 comentarios:

tag dijo...

A mi me parece que el señor James Finn Garner se debería dedicar a otra cosa, porque versionar cuentos clasicos infantiles es una necedad que no tiene ningun sentido.

¿De verdad creerá que esta versión de Caperucita es mejor, más didactica y que le hace un favor a la educación infantil?

Si la Menestra pretende cambiar toda la literatura clasica infantil, a lo mejor, tambien le da por cambiar la literatura clasica no infantil, porque casi todas las novelas estan llenas de guerras, odios, celos, injusticias, amores imposibles no admitidos por la sociedad, machismo, codicia, corrupción....

¿Que va a ocurrirsele ahora?
¿Versionar a todos los clasicos para que se adapten a su ideologia politica?

Uffff que peligro tiene esa Menestra.
Conmigo desde luego, que no cuente.

Un besito

Manuel Márquez dijo...

Supongo, compa Palmira (y digo supongo porque no soy técnico en la materia, y tampoco la he "trasteado" mucho en plan aficionado...) que los cuentos infantiles tradicionales son políticamente incorrectos porque son el fruto de una cultura y una sociedad radicalmente diferentes a las nuestras. Y no le veo ningún sentido a su manipulación o adaptación; creo lo que realmente sería positivo para los críos es el explicarles el cuento y su contexto, y que ellos mismos puedan llegar a sacar sus conclusiones (poco a poco, y según su edad, nivel, etc...). Así lo veo yo, pero, insisto, igual tampoco ésa es la fórmula. Tú me dirás...

Un fuerte abrazo y buena tarde.

Marino Baler dijo...

Pues yo al hijo de mi prima le quería contar la versión porno de Pinocho... pero el crío tiene 5 años y no lo entendería.
Yo es que alucino con esa mujer. La pobre no sabe hablar, no sabe vocalizar y pretende cambiar tradiciones centenarias. Lo que habría que prohibir es que quien no sepa vocalizar que tenga una cartera ministerial... no digo nombres, pero el "conceto" se entiende, lo mismo que para alguna "miembra" del gobierno.

Un besset.

tag dijo...

Ayer se me olvidó decir que me parece fatal contar historias a los niños que les produzcan miedo o terror, ni asustarles con el "hombre del saco", o el "coco" que se come a los niños, etc.
No soporto ver a los adultos amenazar a los niños con esos personajes si se portan mal.

Pero pienso que en esos cuentos infantiles clasicos, siempre había una moraleja, que les enseñaba valores positivos.
El endulzar o saltarse escenas violentas de lobos, gigantes, monstruos y demas, ya depende de la inteligencia de quien lee el cuento.
Tambien creo que es bueno que sepan desde pequeños que existe el mal y el bien y que aprendan a discernir.
Si solo les contamos cuentos en que todo es perfecto y maravilloso, la vida les dará muchas bofetadas que no sabran rebatir ni resolver.

En fin, me voy, porque me enrollo mucho, jajajaja.

Un besito

Palmira Oliván dijo...

A todos:
Tranquilizaos, yo estoy a favor del cuento tradicional, pero hay algunas versiones que realmente son impactantes. Para poder leerlas, hay que estar preparados, es decir, conocer la versión original, si no, no tiene sentido. A veces, darle la vuelta o mirarlo desde otro punto de vista resulta un ejercicio de imaginación y creatividad curioso.

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Tag, creo que hay que enseñar los cuentos tradicionales tal y como son, primero porque es TRADICIÓN ORAL, algo que pasa de boca a oreja (que no de boca a boca, eso es otro tipo de "oralidad" más bien "oscular") y segundo, porque los cuentos juegan un factor muy importante para inculcar valores y fomentar la imaginación a tan tempranas edades.

Yo tampoco soporto esas amenazas con "cocos" y "hombres de saco", habría que amenazar con políticos corruptos "roba cerditos-hucha" y Hacienda jejeje, esos sí que dan realmente miedo.

Un beso.
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Efectivamente Manuel, los cuentos son políticamente incorrectos porque la fantasía no es más que una transformación idílica e irreal de la realidad, es decir, para transmitir una moraleja o simplemente hacer disfrutar, es mucho más atrayente y divertido imaginar la posibilidad de abrir una cueva únicamente diciendo dos palabras (y no son "IM-PRESIONANTE") o que una rana se convierta en príncipe si se le besa.

Y sí, a los niños se les debe contar y posteriormente preguntar para evaluar qué sacan como conclusión, qué enseñanza han aprendido de ello... Es asombroso todo lo que un niño saca en claro y cuestiona con los cuentos.

Pero también les gusta cambiar la historia, ser traviesos e imaginar a los personajes en situaciones diferentes o con los papeles intercambiados.

Muy bien encaminado para no ser técnico...

Un beso.

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Marino, ¿qué podíamos esperar de una señorita así? Ay...

Por cierto, esa versión de Pinocho no la conozco, pero me esta mañana pasé por la casa de Blancanieves y oía que decía "miente Pinocho, mieeeeente"... Uhm, no sé por qué querrá que le mienta...

Besitos.