viernes, 2 de abril de 2010

Toda una vida... Esperando en el cielo

Dicen que las mejores historias de amor terminan en drama. La mejor historia de amor que he conocido no acabó así. Acabó tras cumplir cincuenta años de casados. Ella era morena, de ojos oscuros, alta (algo más para lo que se acostumbraba a la época) y muy guapa; él era castaño de ojos claros,grises gatunos que cambiaban según la iluminación y su estado de ánimo, alto y gallardo (algo más, también, según se acostumbraba a la época). Los dos chiquillos, de apenas 19 y 15 años, se conocieron, ambos muy jóvenes:él vendía adoquines los días de fiesta y, ella, lo veía recitar su retahíla: "¡Adoquines vendo! ¡Vendo adoquines!...". Ella se fijó en ese muchacho alegre y vivaracho y él, cegado de amor y tanta hermosura, se fijó en aquella muchacha tan seria y bella de ojos sinceros...La chispa no se hizo esperar y el amor surgió. Él, tras innumerables visitas y recogidas al atarceder en la puerta de su amada, múltiples ( y virginales y tímidos, casi pecaminosos "sí pero no") y cartas desde el frente , le pedía matrimonio y ella, le hacía esperar cauta (para la época, debía hacerlo, no estaba bien visto decir sí a la primera o segunda ocasión...). Pasaron tres desgarradores años y, ese deseo se cumplió. Por fín ese deseo mutuo se hizo realidad y los dos, se hicieron uno. Una boda sin banquete. Una aventura lejos de su tierra, fuera de la península y... ese uno se convirtió en diecinueve. Cinco hijos y catorce nietos ( tres hijas, dos hijos; trece nietas y un nieto).

Hoy, no sé por qué aparece esta historia en mi memoria, ni por qué los recuerdo. Más que recordar, hacerlos presentes, porque siempre estarán en mí, lo mismo que yo permanezco en ellos, aunque físicamente no lo estén... Tal vez porque Machín (y Nat King Cole) evitablemente me recuerda a ellos, porque estas dos canciones van íntimamente relacionadas con ellos, a quienes he visto reír, llorar, cantar y bailar con ésta y otras músicas ( por suerte, porque no todo el mundo puede decir que ha visto a sus abuelos "vivos").Porque cada vez que las escucho se abre mi pecho y encoge el estómago, haciéndome brotar lágrimas de tristeza y alegría agridulce, casi melancólica. Porque por más que pasen años y no estén, los sigo queriendo estén donde estén. Porque gracias a ellos, soy quien soy. Porque por más años que pasen y yo siga creciendo, seguiré siendo su "nenita".


A Fermín y Emiliana, mis yayos (mis "yayitos").




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Palmira, es como si te conociese de toda la vida...
Tu blog me apasiona a la vez que me llena de esperanza.
Aún se puede escribir bien sin florituras artificiales de esas que dicen mucho pero no hablan desde el corazón.
Sin embargo, tú Palmira me inspiras, tu música, tus letras, tu vida...
Con cariño, una desconocida boliviana (o quizá no tanto...)

Palmira Oliván dijo...

Queridísima anónima: Me ha alegrado muchísimo que te hayas dejado caer por aquí, y sí, tengo la gran suerte de decir que tambien parece que te conozco de toda la vida... Es más, me atrevería a decir que intuyo que puedas ser una pequeña burbuleta de gran corazón y que dentro de poco Bolivia me traerá nuevas historias, emociones, risas y lágrimas de carcajadas y alegría en un gran abrazo de oso.

Gracias pequeña.