domingo, 13 de junio de 2010

Fractales y energía

Jugando con la archiconocida poesía de Bécquer (quien ocupó y ocupa gran parte de las lecturas poéticas de mi adolescencia hasta hoy) y las canciones de Jorge Drexler, llego a esta conclusión: la energía ni se crea ni se destruye, todo se transforma. Las personas cambian. Transformar=cambiar. Si transformar=cambiar, energía=personas. Por tanto, "¿qué es energía? ¿y tú lo preguntas? Energía eres tú".

Parece tonto si digo que es inevitable emocionarme al ver imágenes de fractales mientras Drexler y su "Todo se transforma" suena de fondo. Es algo que me hace sentir viva, porque yo también soy resultado del número aúreo y formo parte de la naturaleza.

Para entenderlo mejor, Euclides fue el primero en estudiar en profundidad el número phi, definiéndolo así: "Se dice que una línea recta está dividida en el extremo y su proporcional cuando la línea entera es al segmento mayor como el mayor es al menor". No fué el único en estudiarlo, mucho antes que él, Platón hizo sus pinitos buscando esta proporcionalidad y Pitágoras y Fibonacci fueron quienes la encontraron en la geometría, en la música (sí, está demostrado que es posible escuchar ecuaciones matemáticas, recordemos que Pitágoras "inventó" el pentagrama musical) y en la naturaleza. Es un número curioso (su valor es 1,62), porque también la podemos encontrar en el arte, el más reconocido estudioso de la belleza y sus proporcionalidad fue Leonardo da Vinci, plasmando sus conclusiones en el hombre de Vitrubio; en la arquitectura también la encontramos, por ejemplo, en el Partenón de Atenas, cuya relación entre las partes, el techo y las columnas siguen la curiosa serie de Fibonacci.

Si aún así suena raro, haced esta prueba: Leonardo da Vinci estudió en profundidad la aparición de la razón aúrea en el cuerpo humano (mirad el hombre de Vitrubio). Si lo queréis comprobar, podéis medir desde el hombro hasta la punta de los dedos con la mano extendida. El resultado se divide por la medida desde el codo hasta la punta extendida de los dedos. ¿Cuánto os sale? Probad a hacer lo mismo con las medidas desde la cadera al suelo y divididlo entre la medida desde la rodilla al suelo. También se puede probar dividiendo nuestra altura total por la medida resultante desde el ombligo al suelo... ¿Magia? Jo. ¿No es maravilloso? Es sólo un numerito. El mismo que los helechos. Y las caracolas. Y las montañas. Y los copos de nieve. Y el Partenón. ¡Y que vosotros!. Por lo tanto, las personas no somos tan diferentes, hay algo que nos relaciona entre nosotros, la naturaleza y todo aquello que creamos. Algo que nos reconcilia con el Universo.

Entonces nos estamos estáticos, nos trasformamos. Por dentro y fuera. Como en la canción de Drexler: "Cada uno da, lo que recibe... Luego recibe lo que da. Nada es más simple. No hay otra norma. Nada se pierde, todo se transforma".


Tu beso se hizo calor,
luego el calor, movimiento,
luego gota de sudor
que se hizo vapor, luego viento
que en un rincón de La Rioja
movió el aspa de un molino
mientras se pisaba el vino
que bebió tu boca roja.

Tu boca roja en la mía,
la copa que gira en mi mano,
y mientras el vino caía
supe que de algún lejano
rincón de otra galaxia,
el amor que me darías,
transformado, volvería
un día a darte las gracias.

Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.

El vino que pagué yo
con aquel euro italiano
que había estado en un vagón
antes de estar en mi mano,
y antes de eso en Torino,
y antes de Torino, en Prato,
donde hicieron mi zapato
sobre el que caería el vino.

Zapato que en unas horas
buscaré bajo tu cama
con las luces de la aurora,
junto a tus sandalias planas
que compraste aquella vez
en Salvador de Bahía,
donde a otro diste el amor
que hoy yo te devolvería.

Cada uno da lo que recibe
y luego recibe lo que da,
nada es más simple,
no hay otra norma:
nada se pierde,
todo se transforma.

2 comentarios:

La Decapitada dijo...

Que lindo lo que dices, pero sabes, no se si siempre se recibe lo que se da, hay veces que uno da mucho y recibe migajitas, o lo que es peor recibe envidias y maldad. Lo mejor es dar lo que tu corazon te permita y lo que venga de vuelta recibirlo con una oración.

Palmira Oliván dijo...

Es cierto Ma. Antonieta, a veces se reciben menos de lo que se espera, pero cuando se da de corazón no se espera recibir nada a cambio, basta con la satisfacción de dar o agradecer por lo que se recibe... Pero sí, eso de las envidias es cierto, nos las encontramos sin buscarlas, pero como se dice: "no hay mayor desprecio que no hacer aprecio", eso es lo que hay que hacer con las maldades y envidias, ignorarlas.

¡Un beso! Y gracias por tu comentario.