viernes, 4 de marzo de 2011

Un dragón en el pasillo y el caballero sollozante


No, no estoy fumada y tampoco he visto un dragón en los pasillos, pero viendo lo visto, es lo que me falta por ver.

Mi mañana empezó rutinaria, tranquila y alegre, como siempre, hasta que:

-Una convención de hadas madrinas y magos se cruza por mi camino.
-Una junta extraordinaria de príncipes azules y princesas de cuento.

-Un Caballero de la Tabla Redonda aparece en el despacho hecho un mar de lágrimas con Excalibur en una mano y en la otra un guante-teta-de-vaca-con-cinco-pezones rellena de dos cubitos de hielo como remedio casero para un dedo hinchado tras el ataque de Spiderman.

-Pitufina zascandileando sigilosa en búsqueda de la cámara digital perdida.

-Un fornido moreno de 1'85 cm, complexión atlética, ojos rasgados, de "toma pan y moja" y músico entrando al acecho frente a mi mesa, no para proponerme indecentemente que sea su guitarra y me deje afinar, no, hoy no. No porque no me dejo afinar por un fornido moreno atlético vestido de bebé enfundado en traje rosa chicle, con chichonera en la cabeza y pantalones cortos enseñando melenas al viento y calcentines, que, gracias a Dios, eran negros y no blancos. La conversación ha sido muy surrealista: él balbuceando y yo, desternillada sobre la mesa. Un auténtico show.

Sólo me falta encontrar una rana con pelos, una abuela que fume y un dragón en el pasillo que me diga "¡Sube chata, que te llevo!".

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