sábado, 12 de febrero de 2011

Corto Maltés, Pandora, su caja y las matriuskas



(La carta es real, la autora de este blog toma la licencia de alterar los nombres de los personajes y lugares por otros ficticios.)


Un par de gaviotas zigzaguean juguetonas cerca del faro, queriendo acaparar mi atención, desafortunadamente hoy no lo consiguen. Sentada en el rompeolas, mis pies mojados por la espuma del mar se entretienen en acariciar las piedras y dejar la mente en blanco. O no. Hay algo junto a mí que no me deja. Una caja y un sobre con mi nombre manuscrito: "Pandora". Lo miro una y otra vez preguntándome "¿lo abro o no lo abro?". Una parte de mí está impaciente y deseosa por saber qué contienen ambos. Por otra, algo me dice que me contenga, tome mi tiempo y tranquilidad, aún sabiendo quién los remitía. La curiosidad (una vez más) me puede, tal vez sea porque soy un gato al que un día la curiosidad acabará con él. Sin embargo, la curiosidad nunca contó con toparse con un gato de más de siete vidas. Abrí la caja y dentro de ella, una Matriuska. Sorpresa extraña. Abro el sobre y en ella, una carta. La letra me resultaba muy familiar...

"Querida Pandora:


En uno de mis últimos viajes encontré algo que me recordó a tí. Como ya la habrás visto (tu curiosidad y sed de saber siempre te pudo), imaginarás que fue a Rusia. La ví y tuve la necesidad de tenerla. Era tan hermosa, tan mayestática que me dejó obnubilado. Más admirado me quedé cuando la abrí y descubrí que albergaba otra más pequeña, y ésta a su vez a otra y otra y otra, hasta llegar a una muy chiquitina. La única diferencia era el tamaño, ¡eran tan parecidas! Sin embargo, observé que todas ellas tenían en común una cosa: sus ojos. Eran tan brillantes, vivaces y alegres, que me recordaron a tí...

Cuando abrí tu caja, que no es más que tú y tu esencia, pensaba que destaparía la caja de los truenos (ante una gran Matriuska hierática ¿qué podía esperar?), mas mi curiosidad y arrojo nunca fueron impedimento para conseguir lo que quería. Abrí la primera muñeca y descubrí otra más humana, y dentro de ésta otra mucho más interesante, con pequeños detalles que no debía dejar escapar, y así destapé una tras otra hasta llegar a la más pequeña, a la más dulce de todas. Como tú. Entonces entendí que mi incipiente ignorancia no me dejaba ver más allá de lo que imaginaba que contendrías, truenos, y que mi valentía, mi paciencia, mi deseo y mi ilusión hicieron ver que contenías algo muy chiquitito, delicado, dulce...

Pandora, mi pequeña, mi niña, mi mujer. Siempre lo fuiste y aunque llevemos distintos caminos y jamás nos volvamos a encontrar, lo serás. ¿Ves? Como la Matriuska mayor y la matriuska menor. Siempre me mantuviste en vilo al no saber qué mujer (matriuska) me encontraría y no me arrepiento (ni se arrepentirá el hombre que ocupe nuevamente tu corazón, pues será el hombre más afortunado que pueda existir), porque cada una de ellas es más increíble y asombrosa que la anterior... Pero todas ellas tenían en común una cosa: tu dulce mirada. Y tu sonrisa. La mejor recompensa que pude tener al aventurarme en conocerte.

Aunque haya pasado el tiempo y nos hayamos olvidado, estás ahí, apareces de vez en cuando y te veo a mi lado. Quizás no te ocurra igual, pero si alguna vez me necesitas (sé que no será así y ese hombre afortunado te colma de todo lo que mereces), siéntate en un lugar tranquilo, la brisa me llevará allá dónde estés y allí estaré, contigo, acurrucándote entre mis brazos acariciando tus negros cabellos, cuidando de tí.

Pandora...

Siempre tuyo

Corto Maltés."


Miré las muñecas y pensé en lo perspicaz e inteligente que es Corto, aunque haya pasado el tiempo y los sentimientos hayan cambiado, me seguía confundiendo haciéndome creer que él me conocía mucho mejor que yo a mí misma. Incluso que era la única persona que me conocía realmente. Suspiré. Cerré los ojos y la brisa cálida comenzó a acariciar mi rostro con suavidad, sentí cómo me alzó con un dedo el mentón y acercándose a la comisura de mis labios susurró: "Chiquitina, no cambies". Sonreí. Sonreí y el impulso de contestarle fue inmediato... E imposible, hace años que no sé a qué dirección remitirla, porque ya no existe.



Corto: donde quiera que estés, quiero que sepas que ya no lloro al escuchar la canción que tararea(ba)s a escondidas. La disfruto con alegría contenida y un pellizquito amargo. Con cariño. Tal y como me enseñaste que debía vivir la nostalgia.

...Esta carta me recordó a nuestra despedida, en aquel puerto y ese barco a punto de partir...


"- ¡Vaya! ¡Qué guapa! No sé por qué me recuerdas a un tango de Arola que escuché en el cabaret de la Parda Flora en Buenos Aires...
- A lo mejor me parezco a alguna que había allí...
-¡No! Precisamente porque no te pareces a ninguna, me gustaría encontrarte siempre... en cualquier lugar.

Corto mira, en silencio. Pandora mira, en silencio.
-¡No iré contigo, Corto Maltés!
- Lo sé.
El Corto se quita un collar de flores que lleva al cuello y se lo coloca.
-Adiós, Pandora."

(Esté último diálogo pertenece al final de "Balada de Mar Salado", del cómic "Corto Maltés" de Hugo Pratt.)




1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta historia me recuerda a una chica que conocí: era alta, morena, de sonrisa seductora, ojos oscuros y brillantes y labios gruesos, jugosos... Indescriptible. Era guapísima. Inteligente y muy interesante. Disfrutaba haciéndola rabiar (ese genio que tenía... Me volvía loco. No había nada mejor que enfadarla y callarla con un beso). Le encantaba soñar despierta y discutir sobre cualquier tema, era encantadora. Tanto, que dejaba que siguiese ella la conversación para poder seguir mirándola embelesado esperando que se le escapase un "nada": N-A-D-A. Lo decía como ella sólo sabía hacerlo, muy despacio enseñando la puntita de la lengua al pronuncia la "D".

Son años desde aquello y todavía recuerdo su risa (¿habrá conseguido su problema con las cosquillas?). Espero que no haya perdido su espontaneidad, su frescura, su esencia...

Como Corto: "Chiquitina..."

Un beso.