jueves, 14 de abril de 2011

Amanece que no es poco (1988, Jose Luis Cuerda)



Tengo mi casco...Tengo mis gafas... Ups, espero que no se cale el sidecar por el camino... ¿Os venís de viaje? Bien... Iremos a un pueblecito de la serranía albaceteña donde el sol sale entre dos montes y poco después del sol se refleja en el río, y al mismo tiempo que brillan las aguas en el río, se doran las copas de los álamos de la orilla. Al rato, la linea del sol empieza a trepar por la laderas de un lado y todo, que parece una película en blanco y negro, empieza a coger los colores de las flores y los arbustos y se vuelve todo, Technicolor...

Nos toparemos con señores con boina y bastón que nos darán la bienvenida queriendo hablar de Dostoievski o de Faulker, todo un ídolo de masas en este pueblo; caminaremos en zig zag para pensar mejor o nos desdoblaremos tras tomar unos cuantos cuarterones de anís en el intento de ser elegidos borrachos del día, porque sí, en este pueblo todo se somete a votación: el alcalde, el borracho, la monja, la puta, la adúltera y el hombre del que se ríen las mujeres... Son así de democráticos. Caminaremos por la plaza, despacito, porque ya se sabe, el estrés mata y sería una complicación que se nos parase el corazón. Tendremos audiencia con el alcalde, que es contingente pero necesario, eso sí, si por el camino se cruza alguien en bicicleta y que huele bien, seguro que es sudamericano y no el señor maestro, que tendrá examen preparado a conciencia sobre las ingles y su idiosincrasia, examen que nos soplarán las respuestas los "garciluños", los hombres del plantal, esos que crecen de la tierra...

Así es este pueblo, donde cada tarde, al desaparecer el sol, se entona una oda a la calabaza y las ovejas hacen postal. Y es que... Amanece, que no es poco.

Pd. Calabaza... Te llevo en el corazón.



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