(Para la lectura de este "post", se recomienda leerlo con la voz de Karen Souza de fondo... Puedes hacerlo si pinchas la vídeo-lista de reproducción que hay al final de la entrada. Elige la versión que más te guste y disfruta :) )
Asomada en la terraza, como "La mujer en la ventana" de Dalí, ensimismada viendo pasar las luces de los barquitos, oigo que preguntas qué me apetece tomar. Con mi mirada absorta en el reflejo de las luces del pueblo sobre el mar y los codos apoyados en la barandilla, tu pregunta se mezcla con la voz de Karen Souza y el sonido de las olas, "entreoyesoñándote", tu voz me despierta, mis labios se giran y piden una "piñacolada" como deseo... Sin girar el cuerpo e intuyendo tu sonrisa en mi espalda, en lo que dura tu paseo a la cocina dispuesto a complacer mi deseo, decido esperar tu regreso recostando mi cuerpo en los cojines del sofá de la terraza.
Con la mirada perdida en las olas, los pies estirados y con la caricia de la brisa, los aromas a madreselva y jazmín me embriagan entrando en un estado onírico, espeso, sensual, dulzarrón, de esos de cerrar los ojos, querer retener esa sensación por siempre y ser consciente que sólo dura un instante, contener ese aroma en un suspiro y saber que sí, que así quedará por siempre en la memoria. Entonces, sonrío... Una ráfaga de brisa fresca me estremece, refrescando este orgasmo multisensorial, erizando mi piel y, apareces tú, con dos copas en las manos y tu sonrisa complacida, cómplice, de "voyeur"... Porque tú sabes qué ha pasado, qué he sentido, sin decir una sola palabra... Porque sólo mirándome lo sabes... Porque tú y yo sabemos, que hay veces, que no hacen falta manos, ni labios... Que con la brisa, el jazmín, las olas y Karen Souza de fondo, también es posible...
Te sonrío. "Gracias". Me sonríes. Guiñas un ojo. Te sientas en el otro extremo del sofá. Pruebo la "piñacolada". Mmmmmmmmmm... "Qué bueno...". Vuelvo a sonreír. Te miro. Sonríes... Reclinas la cabeza hacia atrás en uno de los cojines, estiras las piernas, bebes un sorbo y... Te dejas llevar por la brisa, el jazmín, las olas, la música... Como antes hice yo. Entonces, te miro. Tú, avispado y morboso, te dejas llevar sin cerrar los ojos... Tan valiente, sostienes mi mirada, la sonrisa pícara y amorosa de mi mirada... Adoro la sonrisa de tu mirada. Entonces... Mis ojos comienzan a besar tus ojos, con cadencia y sin prisa... Tu nariz, tus mejillas... Acaricio con mis pestañas... Tus comisuras, tus labios... Mis ojos se recrean en un beso lento, dulce... En tus labios, tu barbilla... Rozo tu cuello con la caída de mis párpados, mis pestañas... Llegar al "bósforo", tu "bósforo", allí donde se unen tu cuello y las clavículas... Besarlo intensamente con los ojos... Sonreír. Saber que sonríes. Saber que piensas que te miraré ahora y no... Todavía no. Ahora mis ojos te miran como si fuesen mis manos... Tu clavícula, la piel que limita con el botón abierto de tu camisa justo ahí, entre tu "bósforo" y tu pecho... Desear desabrochar el resto de botones... Y desabrocharlos con la mirada... Y, en lo que humedezco mis labios y en un sensual y lento pestañeo, alzo mi mirada buscando la tuya... Nos sonreímos, nos miramos y... Sabemos qué ha pasado, qué hemos sentido, sin decir una sola palabra... Porque sólo mirándonos lo sabemos... Porque tú y yo sabemos, que estas miradas, tan nuestras, son los primeros pasos previos a las manos, los labios... A nosotros.
... Así son nuestras noches de verano en Agosto... De brisa, jazmín, olas, música y... De besos con los ojos...